Laxeiro en Argentina Mundo / España - Recordando a José Otero Abeledo

Visitamos en Vigo la sede de `Fundación Laxeiro´ y vamos a solicitarles a su Director Artístico, Javier Pérez Buján, que nos cuenten de la relación de este artista gallego con Buenos Aires, ciudad en la que vivió y trabajó durante 20 años (1951-1972) y con Argentina en general.
Javier, cuéntanos de la influencia que tuvo Buenos Aires y Argentina en la obra de Laxeiro.
Cuando Laxeiro llegó a Buenos Aires, en 1951, se encontró con una escena artística muy animada y activa. Rápidamente contactó con el grupo de exiliados gallegos y españoles en la ciudad (Seoane, Blanco Amor, Arturo Cuadrado, Alberti…), pero también se conectó con los artistas porteños y argentinos, en un momento en el que había un intenso debate sobre el camino que debía seguir el arte en ese momento.
Por un lado, estaban los herederos de la abstracción geométrica, del grupo Madí y otros, también los que defendían una abstracción lírica, y por otro lado, estaban los figurativos, principalmente expresionistas que defendían una figuración crítica.
Laxeiro asistía divertido a las apasionadas discusiones de estos artistas comprometidos con su proyecto y, como hombre mundano que era, tenía amigos en todos estos “bandos”. No podemos olvidar que el Buenos Aires de aquellos años era también una metrópolis cultural internacional, por lo que Laxeiro tuvo también acceso a exposiciones internacionales de arte contemporáneo que sin duda marcaron su obra.
En 1959 la Fundación Di Tella actuaba también como revulsivo en el mundo artístico porteño. Es evidente que la pintura de Laxeiro se vio influida por todos estos factores, hasta tal punto que su Autorretrato de 1952, que había comenzado en Vigo con la estética granítica tan representativa de su primera época, lo acabó en Buenos Aires, con una factura muy próxima al expresionismo e incluso al art brut que en Francia había revolucionado la pintura europea de la mano de Dubuffet.
Aunque no es fácil hablar de una evolución de carácter “lineal” en la obra de Laxeiro, puesto que siempre alternó sus diferentes registros estilísticos, es evidente que su época argentina (1951-1972) marcó de forma decisiva su obra. Los colores se fueron aclarando, bidimencionalizó su pintura y coqueteó con la abstracción.
En este período hay numerosas coincidencias con movimientos internacionales, como el ya citado Art brut, el grupo CoBrA, el informalismo y el expresionismo, registro este último que se puede rastrear en toda su producción, debido a ese trazo suelto que es una de las señas de identidad de su pintura que, por otro lado, coincide con se atlantismo que Torrente Ballester opuso a la pintura mediterránea, como dos mundos opuestos. El primero, un mundo en el que reina la irracionalidad, la pasión, el mundo de los sueños y el pensamiento mágico y el segundo, el mundo del límite, de la racionalidad y la mesura.
Hay un período especialmente interesante que abarca aproximadamente el primer lustro de los años sesenta. En esta época Laxeiro se vuelve muy experimental (también en sus escritos), muy en consonancia con el mundo lisérgico que tanto significado tuvo en el arte de los años sesenta.
Por otro lado, Laxeiro participó en el proyecto de la fábrica de cerámica Magdalena, que años más tarde daría el Laboratorio de formas y la marca Sargadelos. Un proyecto de diseño industrial que perseguía una iconografía diferenciada de Galicia, a partir del diseño de objetos utilitarios, muy en la línea (en cuanto a los planteamientos, no en cuanto a los resultados) de lo que significó la Bauhaus en Alemania. Este proyecto, llevado a cabo por sus amigos Isaac Díaz Pardo y Luis Seoane, marcaría un antes y un después en la cultura gallega, tanto interior como exterior.
Me has comentado que Laxeiro desarrollaba un activa vida social, ¿con qué artistas argentinos y con qué emigrados españoles entabló relaciones?
Artista habitual de galerías como Ruth Benzacar, Velázquez, Nashman, entre otras, Laxeiro tuvo una intensa actividad expositiva en esos años. Ejerció también de conferenciante en Montevideo y Buenos Aires y en los años sesenta, pese a no ser argentino, fue vicepresidente de la, entonces muy influyente, SAAP, Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, con su amigo el gran artista Carlos Alonso en el equipo directivo.
Conoció a pintores como Leopoldo Presas, un jovencísimo Pedro Gaeta, Alfredo Plank, Roberto Duarte, Manuel Oliveira, Tessarolo, el escultor Antonio Pujía, entre muchos otros. Tuvo también una estrecha relación con el exilio gallego. Cuenta Isaac Díaz Pardo que tenía un trato exquisito con Blanco Amor, a veces discriminado por su homosexualidad por otros compañeros de exilio.
Convivió mucho con Seoane, se reunía con Rafael Dieste, coincidía con Arturo Cuadrado, Xosé Neira Vilas, Carme Kruckenberg, etc. Ilustra numerosas publicaciones como la traducción castellana de “A esmorga”, de Blanco Amor; “Itinerario gallego” de Víctor Luis Molinari; “Seara de Romances” de Eliseo Alonso; “Sementeira do vento” de Valentín Paz Andrade y un largo etcétera.
En septiembre de 2006 se organizó la exposición “Laxeiro en Buenos Aires” en el Museo Nacional de Bellas Artes, de la que fuiste Curador. Cuéntanos tu experiencia en esa ocasión…
Fue una experiencia entrañable. Laxeiro dejó muy buen sabor de boca entre sus amigos. Todo el que lo había conocido nos recibió con los brazos abiertos y tuve ocasión de degustar un asado en casa del hijo de Tessarolo, también pintor; comer con Rubén Borré, quien lo conoció en un viaje que Laxeiro hizo en los años noventa.
Conocí a Pablo Duarte, hijo de Roberto Duarte, quien, además de invitarme a su programa radiofónico “Colores primarios” me trató como un amigo. Lo mismo me pasó con Antonio Pujía que me abrió su casa y charlamos de muchas cosas en torno a un té. También conocí, en la Galería Empatía, a María Juana Heras, una escultora geométrica muy interesante y encantadora que recordaba a Laxeiro con mucho cariño. El día de la inauguración de la exposición en el MNBA, no cabía un alfiler en el vestíbulo del museo, debido a la profunda y entrañable huella que dejó en Buenos Aires. Una huella que tiene mucho que ver con su humanidad, con su forma de relacionarse con la gente, siempre sincera y natural.
Y en cuanto a tí como gallego, con parte de tu familia emigrante en Argentina, cuál fue tu impresión al llegar a ese país que ya conocías a través de los relatos de historias familiares.
Cuando me vi en el avión, en el primer viaje que hice en 2005 para hacer la preproducción de la exposición, tuve una extraña sensación de “volver” a Buenos Aires. Digo “extraña” porque nunca había estado en esa ciudad maravillosa, salvo en mi imaginación. Me encantó pasear por sus calles, desde Avellaneda hasta Corrientes, desde Rivadavia hasta Palermo, La Boca, Recoleta, Retiro…
No sé, fue una agradable sensación de gran ciudad cosmopolita que sin embargo, se me presentaba con una gran amabilidad. Disfruté mucho en sus librerías de segunda mano, en la librería Ateneo, en los cafés, en el teatro Colón, en un local de tangos tradicional muy curioso, para público gay, al que me llevó una amiga, situado en una pequeña calle perpendicular a Corrientes, en el que bailaban estupendamente parejas del mismo sexo. Me impresionó cómo en el principal país productor de carne, los niños de la calle recolectaban las sobras de comida en las basuras del McDonald.
Me pareció muy interesante el Centro Cultural Recoleta, el MAMBA, la Fundación Proa, el pequeño bar “El bárbaro” en la calle “Tres sargentos”, en el que tuve el privilegio de asistir a una comida que todos los domingos organiza la vieja guardia del arte argentino y que por las noches se torna en un bar de dudosa reputación. No sé. Fue toda una experiencia de un gallego que, al otro lado del atlántico, se sintió como en casa.
Muchas gracias Javier Pérez Buján. Ya volveremos para charlar con el Director General de la `Fundación Laxeiro´, Carlos García Suárez Otero.
Georgina Bortolotto, Vigo, España
Argentina Mundo consolidando el puente cultural entre Argentina y Galicia
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